jueves, 11 de octubre de 2012

Payaso Bomboncito 1: El comienzo

La noche se la deglutió en cuestión de segundos. Como fantasma, su gran amor se perdía en la oscuridad de esa fría noche de invierno. Parado sin mover ni un milímetro de su cuerpo, se frotó los ojos esperando el regreso que nunca llegó. Esta vez no.
Sus viejas zapatillas, apenas más gastadas que su alma, lo guiaron de memoria hasta su casa. "Chau Bomboncito", lo saludó el kioskero de al lado. Lo de Bomboncito lo acarreaba desde la infancia: una tía gorda y pegajosa lo pellizcaba y besaba sin parar, hasta que no se le ocurrió nada mejor que decir: "Ay, que dulce y rico, sos como un bomboncito”, mientras escupía pedacitos de empanadas de atún. Y quedó bomboncito, como una espina que no sale.
"Ey, Bomboncito, ¡qué cara que tenés amigo!". No necesitaba darse vuelta y mirar al autor de la frase. El tono, el ímpetu y esa voz que arrastra las letras delataban al vecino amigo del alcohol. "Hola Curda. Sí, mala noche. Amores que matan y nunca jueren, como dice Sabina", le contestó mientras terminaba de caminar el pasillo oscuro. Su vecino ni lo escuchó: ya estaba adentro de su casa y el ruido de un par de botellas chocando sus cuerpos confirmaba lo de siempre: otra noche de penas ahogadas en vasos mordidos.
"Tal vez eso necesite hoy. Ahogar penas", pensaba Bomboncito mientras se miraba al espejo. Revisó su despensa y encontró una gaseosa a medio tomar, tres sobres de jugo y un porrón de cerveza como lo más fuerte para sacudir su alma. "Ni para esto sirvo", masculló. El sonido del timbre lo devolvió a la realidad.
"No encuentro el sacacorchos", le dijo el vecino. "Pasa". El Curda entró, fue directo a la heladera, le dio un par de mordidas a un sándwich de milanesa, se sentó en el sofá y comenzó el diálogo:
-Contame, Bomboncito.
-Es tan contradictorio... En un minuto me pasa que no quiero verla más, que me muero por estar con ella, que entiendo que se terminó, que no entiendo porqué se terminó. Y al minuto siguiente lo mismo. Y al siguiente, y al siguiente.
-Yo te entiendo. Es como lo que me pasa con el whisky. Me hace daño, pero lo amo. Y no hay explicación. Es amor eterno.
-¡No podés comparar!
-Vos lo primero que tenés que hacer es maquillarte o hacer algo con tu cara. Sacate esas ojeras. Tenés que reírte más, hacer reír. Vos sos un tipo gracioso, che. Yo te miro y me dan ganas de reírme...
A Bomboncito se le iluminó la cara. Salió corriendo al baño. Volvió a los cinco minutos, maquillado de blanco, nariz roja y gorrito simpaticón que sobraron de un cumpleaños con carnaval carioca.
-Me diste una gran idea, Curda. Voy a ser el Payaso Bomboncito. Voy a ir por la calle alegrando gente.
-¿Vos? ¿Pero estás en pedo? Mirá, para tomar hay que saber y vi que tomaste media cerveza...
-Estoy perfecto. Payaso Bomboncito. Es genial. Ya tengo muchos chistes en la cabeza.
-Contame uno, a ver. -Uno de borrachos. Sin ofender. Va un borracho en moto y choca con una señal de tráfico. Llega el policía y le pregunta: "Señor, ¿no vio la flecha?". Y el borracho responde: "Ni la flecha ni el indio que me la tiró". ¡Cha chaaannn!
-Me dás el sacacorchos, Bomboncito.

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