miércoles, 8 de mayo de 2013

Cuentos Puros: Doble cáncer



“Lo lamento amigo. Es cáncer. Le quedan seis meses, tal vez menos”.
Fue la peor docena de palabras que jamás escuchó en su vida. Llegó a su monoambiente, bajó las persianas y no salió por una semana. No contestó llamadas, ni chateó por facebook, ni fue al clásico fútbol más asado de los jueves con sus amigos. A la única persona que vio en esos siete días fue al chico del delivery: una grande de muza por almuerzo y otra por cena. “Tal vez me mate el estómago antes que el páncreas”, pensó.
Al lunes siguiente Rubencito le tocó el timbre del portero eléctrico. Nadie atendió. Esperó cinco minutos y cuando estaba por irse llegó el muchacho con la moto y la pizza. Tocó dos timbres y escuchó: “Ahí bajo”. Era la voz de su amigo. “Che, ¿qué piso tocaste?”. “Quinto A. Lo que pasa es que el loco este nos pide que toquemos dos veces, como si fuese una clave secreta. Sino, no atiende”.
Del fondo del pasillo se vio venir una imagen muy distinta al hombre que solía pelearle a la vida en cada round: en pijama, barba tupida, pelo revuelto.  “¿Qué hacés, boludo? ¿Qué mierda te pasa?”, atacó Rubencito. “Tomá, quedate con el vuelto negro. Vos Rubén subí conmigo. Compartamos la grande”. Arriba, en la penumbra del monoambiente sin luz, con olor a encierro en cada uno de sus rincones, Rubencito escuchó: “Es cáncer. Me quedan seis meses, tal vez menos, me dijo ese maldito médico”.
Imposible cumplir con la promesa de no contárselo a nadie. A los pocos días, Rubencito había desparramado la noticia entre los que tenían que saberla. Muchos amigos tocaron dos veces su timbre, pero al bajar y verlos, volvía a subir al ascensor. Cada día cambiaba la clave con los delivery: “Hoy un cortito y dos largos”, fue el martes. “Hoy cuatro timbrazos”, fue el miércoles. El viernes escuchó un timbre largo, una pausa, y dos cortitos, y respondió: “Ahí bajo”.
Salió del ascensor, vio la moto en la vereda pero no al muchacho. Abrió la puerta de calle y como una tromba vio una figura femenina que, pizza en mano, se metía en el departamento sin darle lugar a ninguna reacción. “Subamos que tenemos que hablar”. Le compartió media la pizza, aunque ella sólo comió una porción. “Rubencito me llamó y me dijo todo. No lo culpes, estuvo bien. Yo sé que me porté mal con vos. Sé que no terminamos bien. Pero también sé que tuvimos momentos muy felices y que fuiste el gran amor de mi vida. No quiero que estés así en lo que te queda. Te acompaño. Lo deseo de todo corazón. Así que te afeito, te vestís y vamos al cine. Es una orden”.
Tardó un minuto en subir las cortinas, media hora en darle una manito de limpieza al monoambiente y dos horas en afeitarlo y bañarlo. Tres horas de cine, dos de cena en la parrilla de antes, la de aquellos viejos buenos tiempos. Así todos los días, durante un mes. Hasta se animaron a tener sexo de nuevo.
Dos meses después fueron juntos al médico. “¡Buenas noticias! El cáncer avanzó, pero menos de lo esperado. Estas cosas son muy psicológicas a veces. Acá parece que hay alguien que lo está ayudando, amigo. Tal vez se estire un añito más. ¡Tal vez pasemos la Navidad juntos! ¡Siga así!”. Salieron del consultorio y ella le mostró su mejor sonrisa. “¡Viste gordo, viste! Luchemos juntos, se puede. Yo te ayudo. Siempre te voy a ayudar”. Esa noche ella desechó la parrillita e invito al mejor restaurante del barrio. Se acostaron juntos y abrazados. Mientras se dormía, la sonrisa no le cabía en su cara de muñeca. El no pegó un ojo en toda la noche.
Por la mañana, ella despertó sola. “Gordo, ¿estás en el baño?”. Nadie respondió. Lo llamó al celular, y escuchó el sonido en la mesita de luz. Fue a la cocina y vio una nota. “Ya sabés: dicen que muchas veces las enfermedades son psicológicas. Vos fuiste mi cáncer por muchos años. No me dejaste vivir la vida como quería. Me ilusionaste y jugaste conmigo. Ahora tengo otro cáncer. No pude vivir mi vida, quiero vivir mi muerte. No me busqués”.
Dos meses después lo encontraron sin vida en un hotel de mala muerte de Mar del Plata. Justo el día de la Primavera.

1 comentario:

  1. Una sobreviviente más10 de mayo de 2013, 14:42

    Espectacular, desde donde se lo mire.
    Me encantó.

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